Siguen siendo una de las asignaturas pendientes de muchos conductores, se puede comprobar cada día circulando por ellas. Las rotondas parecen encerrar un misterio insondable para algunos, aunque nunca hay que rendirse. Así que con la llegada del nuevo año, quizá sea un buen propósito para 2020 aprender a hacer bien las glorietas de una vez por todas. No es tan difícil, en serio, y son incontables las ocasiones en las que se han explicado las claves para su correcta gestión.
Una insistencia que sigue pareciendo escasa a la vista de las irregularidades que se aprecian en ellas con demasiada frecuencia. Al margen de conocer la dinámica de su funcionamiento, conviene ser conscientes de los errores más frecuentes que se suelen cometer y que elevan significativamente el riesgo de colisión entre los vehículos. Estos son algunos de ellos:
Las rotondas sirven para agilizar el tráfico en los cruces y reducir el peligro inherente en estas situaciones, así que no se debe incrementar con maniobras para las que no se han concebido. La más frecuente, aprovechar el ensanchamiento de calzada para realizar adelantamientos a su entrada o salida. El resto de conductores seguramente no lo esperen y el riesgo de accidente será elevado.
No hay dudas, ni interpretaciones. La prioridad en una rotonda es siempre del vehículo que ya la ocupa por delante de quienes van a acceder a ella. En el mismo sentido, resulta fundamental calcular la velocidad y posición del automóvil prioritario para no cortar su trayectoria. Así que mejor olvidarse de incorporaciones precipitadas, si es necesario esperar a que otros vehículos rebasen nuestra posición, se espera.
Dependiendo de la dirección que se vaya a tomar, se debe ocupar uno u otro carril (cuando existan más de uno). Lo aconsejable es utilizar siempre carril exterior para girar a la derecha o seguir de frente, recurriendo al interior para hacer un cambio de sentido o ir hacia la izquierda. En cualquier caso, la salida se debe producir inevitablemente desde el carril exterior, ocupando la posición correspondiente antes de realizar la maniobra, sin cruzar de uno a otro en el último instante (excepto en los casos en los que la circulación se encuentre convenientemente dirigida con la correspondiente señalización horizontal, en las famosas turborrotondas).
A menudo se olvidan las características de los demás los vehículos al gestionar la circulación en la glorieta. Es el caso de las grandes dimensiones de un camión o la menor visibilidad lateral y posterior de la que disfrutan los motoristas. Si estas particularidades no se tienen en cuenta, el riesgo de incidente se incrementa de forma exponencial.
Un hábito esencial en la conducción y que no deja de serlo en este escenario es buscar la máxima visibilidad. Mirar lejos al llegar a una rotonda, escaneando el entorno para entender el flujo de la circulación ayuda más de lo que podemos imaginar a evitar sorpresas que se salden con un incidente. Es cierto que en ocasiones los obstáculos fijos (desde monumentos a vegetación) que se encuentran en las glorietas no ayudan demasiado, lo que no significa que el conductor deje de esmerarse en buscar la panorámica más amplia posible.
Otra constante en la circulación es el mal uso de los intermitentes… cuando no inexistente. Los indicadores de dirección son esenciales también en las rotondas para que el resto de los conductores sepan cuál es la intención de los vehículos que ya circulan por ellas, en qué momento van a tomar una salida. Por eso se deben activar los del lado derecho con suficiente antelación, facilitando que otros automóviles puedan acceder al flujo circulatorio en el instante preciso y sin peligro. No es necesario mantener activado el intermitente izquierdo mientras que se gira en la glorieta, se debe reservar su uso para hacer cambios de carril dentro de la misma.
Una actitud basada en los hechos consumados siempre parece arriesgada en el tráfico, rectificar cuando es posible o abortar una maniobra peligrosa evita muchos accidentes. Y precisamente las rotondas dan esta oportunidad, por lo que el mundo no se acaba si es necesario dar una vuelta más para evitar una situación de peligro con otro vehículo.
La amabilidad y la colaboración nunca están de más al volante, desde luego tampoco en un entorno conflictivo como una intersección, sea del tipo que sea. Si en una rotonda se facilitan las cosas a los demás vehículos, se respetan las distancias, se señalizan los cambios de dirección, se evitan aceleraciones innecesarias y, en definitiva, se mantiene una actitud cívica el riesgo de una colisión se minimiza. Una pizca de empatía con los demás siempre viene bien…